06 febrero 2025

Morir de éxito: La historia de un buen tipo devorado por su ego

 

Primero de todo quiero aclarar que esto no es más que una opinión personal. No es una sentencia ni estoy dando nada por hecho. Simplemente os narraré, si os apetece leer hasta el final, mi teoría -una opinión únicamente basada en la observación y en mi percepción de la realidad- sobre el encumbramiento, y posterior caída, de la figura del presidente del FC Cartagena, Francisco Belmonte Ortiz.

Están a punto de cumplirse diez años del desembarco de Paco Belmonte y su equipo de trabajo en el Cartagena. Lo hicieron en el mes de abril de 2015, no sin algo de polémica, tras una propuesta de referéndum en el que se planteaba liquidar el club y empezar de cero, pero que finalmente no llegó a buen término; esto provocó algo de ruido que pronto supieron silenciar y reconducir desde el club, hasta llegar a un punto tan álgido que pocos creíamos que pudiera tener el final que parece que va a tener.

Y es que, todo hay que decirlo, Belmonte, Breis y compañía han hecho cosas bien en el Fútbol Club Cartagena, muchas, claro que sí, en su momento se dijeron y se celebraron.

El primer hito fue lograr la permanencia en aquella temporada de infarto en el campo de Las Palmas Atlético, gracias al épico empate a uno anotado por Carlos Martínez aquel 31 de mayo de 2015 cuando el partido llegaba casi a su final. A partir de ahí llegaron muchas cosas buenas a la entidad, ideas frescas para un club en el que pocas directivas anteriormente supieron gestionar de manera tan moderna y cercana y que, hasta el momento de su llegada, sobrevivía prácticamente por inercia, con una estructura rudimentaria y con una masa social escasa pero ávida de ese aire fresco que iban a saber aportar Belmonte (un tipo carismático y “echao palante”) y su equipo de trabajo.

Cinco temporadas en la antigua segunda B necesitaron para lograr el ansiado ascenso, que año tras año estuvieron rondando, pero por unas cosas u otras se resistía y no se logró hasta el año 2020. En esas cinco temporadas anteriores al ascenso el club no dejó de crecer y de generar ilusión a una masa social que no hacía más que aumentar e ilusionarse con la buena gestión que estaban llevando a cabo Belmonte y compañía. Fueron cinco temporadas de crecimiento deportivo e institucional; se remozó el estadio, se arregló la megafonía, se pintaron y unificaron las vallas publicitarias, se le dio un buen impulso a la imagen institucional, la sala de prensa y los vestuarios, se creó el Business y se atrajo tejido empresarial al proyecto, se presentó un autobús por todo lo alto, se creó un himno en el que todos (jugadores y directivos) aparecían como una familia feliz, no me cabe duda de que lo eran, corrían buenos tiempos.

Se me antoja difícil encontrar un porqué, más que un porqué, se me antoja difícil encontrar un cuándo. ¿Cuándo empezó a cambiar todo? Habrá miles de teorías y yo, por supuesto, tengo la mía propia…

Tanto el presidente como el director general supieron acercarse a la prensa y a los aficionados de manera nunca vista antes en la ciudad. La comunicación del club con la afición era alegre, cercana, ágil y divertida, a la par que ingeniosa. Esto supuso que su popularidad creciera de manera exponencial temporada tras temporada. Lo estaban haciendo bien, en lo deportivo a veces no se conseguía el objetivo, pero daba igual, su prestigio seguía cotizando al alza. Hubo hasta alguna “disputa” con el eterno rival y con la prensa de la capital para defender los intereses albinegros, acción bastante populista pero muy aclamada por la enfervorecida afición, que elevaba al presidente blanquinegro poco menos que a un nivel de semidiós por cómo se partía la cara por “su” Cartagena. 

Ya por aquel entonces, aún con el equipo en Segunda B, corría el rumor de que el dueño del club podría no ser realmente Paco Belmonte, pero daba igual, el equipo ganaba, las cosas iban bien, unas risas, palmadita en la espalda y a otra cosa.

Llegó el deseado ascenso, fue un atisbo de suerte necesario entre tanto drama que estaba viviendo la sociedad en mayo de 2020 en plena pandemia, un rayo de luz entre tanta oscuridad, una alegría que, por otro lado, tuvo que ser contenida porque las condiciones de la situación así lo exigían, pero un ascenso al fin y al cabo que no hizo más que disparar aún más la popularidad (y el ego) de Paco Belmonte. Tras el ascenso al fútbol profesional, su popularidad e influencia sobre el aficionado y la ciudad era tal, que de haberse presentado como candidato a la alcaldía hubiera ganado por mayoría, por supuesto esa es otra opinión personal.

Su ego llegó alto, muy alto. Imagino que de tanto decirle lo bien que lo estaba haciendo y lo bueno que era, se lo acabó creyendo. Supongo también que, haciendo un símil con el mundo de las estrellas del rock que tanto me gusta, su personaje fue creciendo tanto que acabó devorando a la persona y acabó creyendo que vivía en una realidad paralela que sólo él -y su séquito- percibían. Se acostumbró tanto al éxito, a la fama, a los halagos y a las felicitaciones, que más tarde, cuando llegaron las críticas y los reproches, no estaba preparado para aceptarlo, y obviamente no lo hizo.

Lo peor no es que él no estuviera preparado, lo peor es que todo el que le rodeaba le hizo vivir en una burbuja de irrealidad, haciéndole creer que era el mundo quién se equivocaba y no él, evitando de esta manera hacer autocrítica y aceptar los errores cometidos, que también los hubo, por supuesto, como humano que es. Nosotros como aficionados lo hubiéramos entendido si en algún momento hubiese reconocido sus errores y se hubiera mostrado más terrenal.

Poco a poco (insisto en que es mi percepción personal de la situación) esa burbuja dentro del club se fue haciendo más grande, más hermética y más sectaria, incluyendo en ella a familiares y allegados que, tal vez por protección o tal vez por salvar su puesto, le intentaban proteger del “enemigo”, que primero fue parte de la prensa, después unos pocos aficionados, más tarde pasó a ser ya toda la prensa (excepto la de la capital) y finalmente ha acabado peleado con todo el mundo.

Creo que tristemente se ha llegado a un punto de no retorno, y digo tristemente porque de verdad pensaba que esta directiva iba a llevarnos a Primera División. Imagino que se ha llegado a este punto por una mezcla de ego, prepotencia y, sobre todo, mentiras. Mentiras que, mientras la situación estaba bien se pudieron esconder y disimular. Mentiras absurdas como insistir, jurar y perjurar que el club era suyo y de nadie más, supongo que un poco para jugar sentirse importante. No sé muy bien por qué empeñarse en alimentar esa mentira, la verdad.

El caso es que, tras tanto tiempo defendiendo esa mentira, su orgullo ya no le permitió rectificar y admitir que ese discurso que defendió con tanta vehemencia no era cierto, de manera que la bola se fue haciendo tan grande que finalmente, cuando se quedó sin respuestas y se vio acorralado, optó por el silencio como solución de fortuna y esa bola, al final, le ha acabado explotando en el mismísimo rostro. 

La lástima es que, a lo que él llama "su empresa" no sea una empresa al uso. Lo que él llama su empresa es una Sociedad Anónima Deportiva que subsiste gracias a las ayudas locales, regionales y privadas. También subsiste gracias a los abonos una masa social de 9000 sufridores a los que ha decidido, no sólo no dirigirse con su silencio ante los medios de comunicación, también se han borrado y han decidido no dar la cara ante ellos en cada partido para representar al club desde el palco, desde aquí hasta el final de la temporada. Algo que me parece totalmente cobarde, rocambolesco, inaudito y absolutamente fuera de lugar, un berrinche y un capricho más, nunca antes visto por estos lares. 

La lástima es, también, que esa bola no solamente le ha explotado a él en el rostro, sino a esos 9000 abonados que antaño tanto le han querido e idolatrado y a toda una ciudad que vive ahora expectante porque sabe que la decisión de irse está tomada pero, por supuesto, será cuando él quiera.

4 comentarios:

  1. Excelente articulo.

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  2. Excelente análisis.

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  3. La prepotencia le acompaña desde siempre. Ni siquiera en la época dorada llegaba a caer simpático (Breis, en cambio, sí).
    No creo que el personaje se haya comido a la persona; creo que el verdadero valor de un líder se ve cuando vienen mal dadas.
    Y Belmonte, con sus balones afuera, no ha pasado la prueba.
    ¿Es buen hombre? Seguro. Pero no ha estado a la altura, y lo único noble que le queda es reconocerlo, y si aspira a quedarse, cambiar radicalmente la actitud

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  4. muy buen articulo. Seguimos sin saber la deuda del club, sin saber el porqué de la debacle de empresas del Business. Todo por falta de comunicación y transparencia, una pena que con las cosas buenas que han hecho, no sepan aceptar criticas.

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